La Mula

Juan Eslava Galán. Ed. Planeta. Barcelona, 2004.

La acción de esta novela transcurre en el frente de Peñarroya entre el verano de 1938 y el final de la guerra. Juan Castro Pérez es un cabo acemilero de la Tercera Bandera de F.E.T. de Canarias que cierto día encuentra una mula perdida en tierra de nadie y la recoge. A partir de ahí se encariña con el animal y piensa en llevársela con él al finalizar la guerra, para lo cual no duda en falsear los partes de ganado haciendo figurar a “Valentina” como agregada de otra Unidad.

Castro siempre tiene excusas para escaquearse del frente y bajar de cuando en cuando a Pueblonuevo del Terrible. Allí tiene una novia de guerra a la que engaña respecto a su posición social.

En realidad Castro es un mulero cuyo padre ha permanecido fiel al amo de las tierras, lo que le ha costado ser encarcelado en Jaén por los republicanos. Inicialmente movilizado por el Ejército Popular el protagonista se pasó al bando contrario por el frente de Porcuna. Conducido a Córdoba e ingresado en el refugio de la calle del Buen Pastor logró encontrar los avales necesarios para pasar de la categoría de “evadido” a la de “presentado”.

Una vez más volvió a Córdoba en el curso de la guerra. Con la excusa de comprar herraduras para las mulas acompañó a su novia y a su desconfiada suegra. Las invitó a comer en la freiduría “La Malagueña”, que estaba y está en las Tendillas, y a ver una película en el cine Palace, que ni estaba ni está en los jardines de la Victoria. En el texto se dice que fue el 17 de diciembre de 1938, posiblemente porque fuese una fecha a recordar para Castro. En Córdoba fue un sábado de lo más normal. El tiempo fue el propio de la época, máxima de 13º y mínima de 5º; cielo nuboso pero sin lluvia ni viento. La ciudad había dejado atrás el terrible bombardeo del 9 de diciembre que afectó al barrio del Maimón, y se preparaba para el sorteo de la lotería de Navidad, que ofrecía un premio gordo de cuatro millones de pesetas. Las organizaciones falangistas se afanaban en la preparación del Aguinaldo del Combatiente y esa tarde D. Manuel Enríquez Barrios disertaría en la Academia de Córdoba sobre “Problemas jurídicos contemporáneos. Beligerancia y neutralidad”. La prensa –Azul era ya el único diario que se publicaba en la ciudad- se hacía eco de la fundación de la O.N.C.E. (Organización Nacional de Ciegos Españoles) y de la visita de unos inspectores del Servicio Nacional de Turismo para tratar de la creación de un parador de turismo y un Club de Campo en la finca La Arruzafa (el proyecto tardó en concretarse unos veinte años, algo bastante normal para los estándares de nuestra ciudad). Se proyectaban películas en el Gran Teatro, Duque de Rivas, Alkázar y Góngora. El capítulo de sucesos narra las habituales caídas, mordeduras de gatos y peleas de vecindonas, pero también se hace eco de la nueva modalidad delictiva, ya casi con carácter de epidemia, consistente en robar bolsos de los bancos de las iglesias mientras las señoras están absortas en sus oraciones. En los anuncios por palabras destaca uno sobre la pérdida de una mula castaña de la finca Los Arenales, aunque no consta que el cabo acemilero Juan Castro hubiese tenido participación en el asunto.

De nuevo en el fregado, la única aspiración de Castro es terminar la guerra indemne y regresar a su casa con “Valentina”, con la esperanza de que el señor marqués, en atención a sus sacrificios y a los de su padre, le haga una pequeña reforma agraria personalizada. Pero durante la feroz batalla de Peñarroya-Valsequillo, en enero de 1939, Castro se encuentra convertido en héroe a pesar suyo. En Córdoba le hacen rodar una reconstrucción propagandística de su hazaña con un equipo alemán dirigido por Herr Kriegkartoffen, en una escena verdaderamente berlanguiana. Marcha a Burgos para ser condecorado personalmente por Franco y vive sus momentos de gloria. Como héroe se le abren muchas puertas, incluso se le abre el lecho de la altiva señorita Pilarín, la inalcanzable hija de su amo.

Vuelto al frente llega con su Unidad a la provincia de Jaén al finalizar la guerra. Parece que va a conseguir su objetivo pero a última hora un suboficial burócrata, que ha pasado toda la guerra peleando fieramente tras una mesa de oficina, descubre a “Valentina” y la da de alta en el estadillo de ganado, con lo que se esfuma su sueño. Finalmente, Juan Castro vuelve a su casa desclasado, desconfiado de la generosidad del señor marqués, utilizado por la señorita Pilarín, despreciado por su novia y, lo peor de todo, sin su mula. ¿Realmente es un vencedor de la guerra?

“La mula” es una novela magnífica, que se pretende llevar a la pantalla por Michael Radford en un accidentado rodaje que no ha aprovechado los magníficos paisajes en los que se sitúa la acción, lugares hoy con apariencia idílica pero donde lucharon, sufrieron y murieron miles de hombres.